mejores padres, mejores hijos
El
principio feudal de la edad media, dejó de ser territorial y se convirtió en
personal, el feudo era una especie de contrato entre “el señor y sus vasallos”,
actualmente, pareciera que el feudalismo se transforma en una relación entre
gobernantes y gobernados, hoy, el gobierno se lo atribuye todo y todo lo ve,
todo lo examina, todo lo prevé y con el tremendo enjambre de empleados en sus
diferentes jerarquías, parece no considerar al ciudadano capaz de conocer sus
intereses ni de cuidar por sí mismo, los principios básicos del feudalismo
giran de la misma manera, quienes ascienden al poder por medio de los partidos
políticos, se transforman en señores feudales
del siglo XXI.
En
la edad media, el feudo era un contrato entre el señor y sus vasallos, un feudo
era una propiedad, normalmente de tierras, ganadas a cambio de un servicio
militar. Los principios básicos del feudalismo giran en torno al señor feudal y
sus vasallos, ellos juran lealtad al señor que obtiene el feudo y él, tiene la
última palabra sobre todas las cosas, el vasallo está obligado al aporte
financiero, a cambio, el señor está obligado a respetar y proteger al vasallo,
se comprende entonces que el orden feudal reposa en el principio de la
desigualdad de clases y al parecer las cosas no han cambiado mucho pues,
actualmente, mientras la nobleza, entiéndase como aparato de
gobierno, posee
privilegios, no tienen más deberes que aquellos a los que se ha sometido
libremente.
Lo
más terrible son las atrocidades que cometen cuando pretenden corregir los
delitos, tal vez las medidas resulten más crueles que la esclavitud, no
recapacitan que el origen del problema es la educación, pero como la educación
la dirige el gobierno, pareciera que somos niños en la escuela y niños en el
estado viviendo una vida automática o dependiente, de tal suerte que la nulidad
a que nos reducen, resulta
una utopía la batalla por la libertad, la facultad
del pensamiento por la que nos conocemos y distinguimos los seres humanos, del
resto de las especies vivas se reduce a su mínima expresión, convirtiéndonos en
máquinas que obedecen al impulso que reciben.
Declaramos
que tenemos inteligencia, esa facultad de recibir las impresiones de los
sentidos, comprendemos y combinamos los actos que satisfacen nuestras
necesidades, en cambio, en la edad media, los colonos libres y los siervos
carecían de casi todos los derechos, además
de estar obligados a innumerables
cargas tributarias, un trato como el que damos hoy en día a los animales
superiores como el perro, caballo, elefante y aún el mono que poseen
inteligencia en el grado del niño antes que principie a hablar, solo faltaría
obligarlos a pagar un tributo.
El
poder de elevarse de lo concreto a lo abstracto, comprender la naturaleza de
las cosas, someterse a la causa que las produce, estudiarse a sí mismo
contemplando lo creado es la razón que nos hace distintos, y esa razón a la que
me refiero es el patrimonio de los seres
humanos, que gracias a esa cualidad es
que se puede ver lo real y lo ideal, es decir, el hecho en sí y la causa que lo
produce, entonces, gracias a esa facultad conocida como razón y evolucionada en
este tiempo es que no quedamos atrapados como en la edad media, cuando los
principios de uno y otro derecho se confundían en la persona del señor y por
eso suele decirse que, durante el período feudal, no existía organización
estatal en sentido estricto.
Por
fortuna en este siglo ya podemos definir cada una de nuestras facultades de
manera científica, comprendemos lo que es la
inteligencia y el actuar con
rectitud y valor, como si por arte de magia desapareciera una especie de
interferencia en la vista, la claridad de las imágenes invita a conducirnos con
la prudencia necesaria en cada uno de los problemas a resolver de la vida
ordinaria, resulta entonces que ya podemos pensar en la filantropía que tanto
requieren las personas de nuestro entorno.
Sin
embargo, sigue pendiente el problema del feudalismo, como si se tratara de una
enfermedad, se diseñan textos sobre leyes y reglamentos que coinciden siempre
en la búsqueda del bien común y sin embargo siempre resulta contradictorio,
recordemos que en la edad media, el señor feudal era el encargado de dar
seguridad al vasallo, como parte de su propiedad, el gobernante actual
pareciera un
señor feudal con muchos vasallos que durante considerable tiempo
vivieron “felices” unos y otros pero, llegó el día en que el señor feudal
moderno perdió la brújula y se puso un traje de “salvador” que no le sienta
nada bien.
Existe
un descontento a nivel mundial porque los señores feudales de este siglo se
colocan muy lejos de sus vasallos, impunemente se “otorgan” sumas millonarias
como salario y el principio de igualdad se
pierde en el laberinto de la
ambición, ejercitando de manera aristocrática la información de “sus”
ambiciones pequeñas y grandes, olvidando por sistema a sus vasallos, que de
acuerdo a los postulados de la “democracia” se supone que los vasallos eligen a
esos señores feudales que en el “sistema” pierden la filosofía del bien común.
Quizás
una reflexión de 60 segundos sea suficiente, y podamos descubrir que los
señores feudales del siglo XXI en realidad son empleados de los vasallos
modernos y que su trabajo será evaluado cada vez o tantas veces como sea
necesario, con un manejo de “contratación” acorde a resultados y rendición de
cuentas como principio de evolución real de los seres humanos del siglo XXI,
que finalmente encontrarán la tan deseada felicidad.