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martes, 11 de febrero de 2014

Crónicas de la mesa de centro (parte 1)

mejores padres, mejores hijos filosofía,arte,ciencia,cultura

Por: Enrique Roberto Hernández Oñate

La mesa de madera…

¡Quiero hacer una mesa de madera!, ese impulso me orilló a levantarme temprano con la decisión de ir por todos los aditamentos necesarios para hacer dicha construcción; clavos, pegamento, serrucho, martillo, regla, escuadra, nivel, pulidora y obvio, la madera. Al llegar al supermercado me di cuenta que yo deseaba la mesa de color azul para lo cual necesitaba también pintura de ese color.



El impulso de querer hacer la mesa me hizo recordar que yo no sé hacer mesas, sin embargo para eso existen los libros, el maestro e incluso hoy en día la Internet; es así como comencé mi travesía en el gran oficio de la carpintería, y en específico en la hechura de mesas de madera. Cuando la investigación llegó a su fin inició la gran hazaña.



Pasé de querer hacer una mesa a saber la teoría de ¿Cómo hacer una mesa? Esto me llevaba a medir y cortar primero las patas, pulir e incluso incrustarles alguna greca o adorno en algunas de sus cuatro caras. Cortar requería de cierta valentía para tomar el serrucho, puesto que son herramientas de mucho cuidado y, en manos equivocadas, peligrosa.


Ya entrada la tarde, el arduo esfuerzo demandaba una extraordinaria osadía para terminar el proyecto emprendido pese a todas aquellas dificultades que se presentaron; un dedo golpeado por el martillo, dedos pegados incluso con las manos llenas de infinidad de astillas y cortaduras. Si yo quería lograr hacer una mesa era deber conmigo mismo soportar todas estas dificultades.




Cuando concluí la labor, me di cuenta que era tan hermosa mi obra que debía “presumir” a alguien para que la valorara igual que yo, comencé a marcar números en mi teléfono. Invité a algunos amigos a “convivir” aunque la verdadera finalidad era modelar mi bella majestuosidad; el veredicto paso de muy linda a muy hermosa, pasando por el gesto amable de decir que estaba mal pintada, pero algo me causo curiosidad…Ninguno de ellos me pregunto cuál era el origen de esa obra.




He aprendido que hacer alarde de lo que uno hace no es en ningún momento correcto ni bueno y tampoco es bueno hacer alarde de lo que uno no hace pero piensa que hace. Quizá la mejor de todas las herramientas que pude utilizar en esta mesa era la de mantener en secreto la hechura por varias razones; una de ellas que aquella persona que juraba que la mesa era hermosa cuando le dijera su origen ya no lo sería tanto, otra es que probablemente sonaría muy arrogante o exaltarían de más aquella construcción.

Para la edificación de un nuevo ser es necesario leer y poner atención a estos cuatro pasos puesto que ahí, en la base, esta nuestra directriz no importando los años que tengamos. Nuestro deber es recordar que todo comienza en la base, lo más cerca del piso posible y si logramos entender lo que dicen estos cuatro principios será más fácil razonar todo lo que lleva sobre ella…