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lunes, 3 de marzo de 2014

Feudalismo siglo XXI

mejores padres, mejores hijos
El principio feudal de la edad media, dejó de ser territorial y se convirtió en personal, el feudo era una especie de contrato entre “el señor y sus vasallos”, actualmente, pareciera que el feudalismo se transforma en una relación entre gobernantes y gobernados, hoy, el gobierno se lo atribuye todo y todo lo ve, todo lo examina, todo lo prevé y con el tremendo enjambre de empleados en sus diferentes jerarquías, parece no considerar al ciudadano capaz de conocer sus intereses ni de cuidar por sí mismo, los principios básicos del feudalismo giran de la misma manera, quienes ascienden al poder por medio de los partidos políticos, se transforman en señores feudales
del siglo XXI.
En la edad media, el feudo era un contrato entre el señor y sus vasallos, un feudo era una propiedad, normalmente de tierras, ganadas a cambio de un servicio militar. Los principios básicos del feudalismo giran en torno al señor feudal y sus vasallos, ellos juran lealtad al señor que obtiene el feudo y él, tiene la última palabra sobre todas las cosas, el vasallo está obligado al aporte financiero, a cambio, el señor está obligado a respetar y proteger al vasallo, se comprende entonces que el orden feudal reposa en el principio de la desigualdad de clases y al parecer las cosas no han cambiado mucho pues, actualmente, mientras la nobleza, entiéndase como aparato de
gobierno, posee privilegios, no tienen más deberes que aquellos a los que se ha sometido libremente. 
Lo más terrible son las atrocidades que cometen cuando pretenden corregir los delitos, tal vez las medidas resulten más crueles que la esclavitud, no recapacitan que el origen del problema es la educación, pero como la educación la dirige el gobierno, pareciera que somos niños en la escuela y niños en el estado viviendo una vida automática o dependiente, de tal suerte que la nulidad a que nos reducen, resulta
una utopía la batalla por la libertad, la facultad del pensamiento por la que nos conocemos y distinguimos los seres humanos, del resto de las especies vivas se reduce a su mínima expresión, convirtiéndonos en máquinas que obedecen al impulso que reciben.
Declaramos que tenemos inteligencia, esa facultad de recibir las impresiones de los sentidos, comprendemos y combinamos los actos que satisfacen nuestras necesidades, en cambio, en la edad media, los colonos libres y los siervos carecían de casi todos los derechos, además
de estar obligados a innumerables cargas tributarias, un trato como el que damos hoy en día a los animales superiores como el perro, caballo, elefante y aún el mono que poseen inteligencia en el grado del niño antes que principie a hablar, solo faltaría obligarlos a pagar un tributo.
El poder de elevarse de lo concreto a lo abstracto, comprender la naturaleza de las cosas, someterse a la causa que las produce, estudiarse a sí mismo contemplando lo creado es la razón que nos hace distintos, y esa razón a la que me refiero es el patrimonio de los seres
humanos, que gracias a esa cualidad es que se puede ver lo real y lo ideal, es decir, el hecho en sí y la causa que lo produce, entonces, gracias a esa facultad conocida como razón y evolucionada en este tiempo es que no quedamos atrapados como en la edad media, cuando los principios de uno y otro derecho se confundían en la persona del señor y por eso suele decirse que, durante el período feudal, no existía organización estatal en sentido estricto.
Por fortuna en este siglo ya podemos definir cada una de nuestras facultades de manera científica, comprendemos lo que es la
inteligencia y el actuar con rectitud y valor, como si por arte de magia desapareciera una especie de interferencia en la vista, la claridad de las imágenes invita a conducirnos con la prudencia necesaria en cada uno de los problemas a resolver de la vida ordinaria, resulta entonces que ya podemos pensar en la filantropía que tanto requieren las personas de nuestro entorno.
Sin embargo, sigue pendiente el problema del feudalismo, como si se tratara de una enfermedad, se diseñan textos sobre leyes y reglamentos que coinciden siempre en la búsqueda del bien común y sin embargo siempre resulta contradictorio, recordemos que en la edad media, el señor feudal era el encargado de dar seguridad al vasallo, como parte de su propiedad, el gobernante actual pareciera un
señor feudal con muchos vasallos que durante considerable tiempo vivieron “felices” unos y otros pero, llegó el día en que el señor feudal moderno perdió la brújula y se puso un traje de “salvador” que no le sienta nada bien.
Existe un descontento a nivel mundial porque los señores feudales de este siglo se colocan muy lejos de sus vasallos, impunemente se “otorgan” sumas millonarias como salario y el principio de igualdad se
pierde en el laberinto de la ambición, ejercitando de manera aristocrática la información de “sus” ambiciones pequeñas y grandes, olvidando por sistema a sus vasallos, que de acuerdo a los postulados de la “democracia” se supone que los vasallos eligen a esos señores feudales que en el “sistema” pierden la filosofía del bien común.

Quizás una reflexión de 60 segundos sea suficiente, y podamos descubrir que los señores feudales del siglo XXI en realidad son empleados de los vasallos modernos y que su trabajo será evaluado cada vez o tantas veces como sea necesario, con un manejo de “contratación” acorde a resultados y rendición de cuentas como principio de evolución real de los seres humanos del siglo XXI, que finalmente encontrarán la tan deseada felicidad.