viernes, 11 de julio de 2014

La duda atrevida.

mejores padres, mejores hijos

Por: Enrique Roberto Hernández Oñate

Un día, después de levantarme acomode todo lo necesario para tomar un baño tranquilo y sin prisas, música de fondo y agua tibia eran los complementos perfectos para lo que sería una ducha relajante y llena de vitalidad. Ya entrado el ritual propio de la regadera, me vino a la memoria una serie de imágenes de mi época escolar pero solo una de ellas me atrapó.

Sentado en mi pupitre vi el deslizar de la mano del maestro apuntando el tema de la clase en la pizarra, y con letras grandes se leía “TEOREMA DE PITÁGORAS”, y junto la clásica fórmula c2=a2+b2, avanzada la clase no me sonaba tan compleja la resolución de los problemas que había que resolver, si seguía la instrucciones que el maestro dictó seguramente el resultado de todos los problemas sería el correcto, dentro de mi debía tener cuidado de que no se me escapará ni uno solo de los pasos que recién había aprendido.
Cuando regrese a este mundo, me sorprendió una serie de preguntas al grado de ver interrumpida estrepitosamente la sutil enjabonada; ¿será verdad lo que me explicaron en ese entonces? ¿Será que en verdad mi maestro sabía exactamente de que hablaba?...yo supuse que si, finalmente es el maestro y yo un alumno.



Mi curiosidad en ese momento me dio un golpe en forma de impulso arrojándome contra el piso mental, como si fuera un gato que ha visto en el piso o la pared una luz e intenta seguirla o atraparla hasta que se cansa.
Dentro de mí existía una sensación de miedo, miedo de comprobar si era verdad o mentira eso que tanto repasé. Miedo de deliberar una respuesta y saberme engañado por tantos años. Al salir del baño me vestí y tomé todas las herramientas necesarias para esta aventura: papel, lápiz y la muy esencial regla.
Con esa regla tracé el primer lado del triángulo de 1cm y el más largo de 2cm, estos dos elevados al cuadrado y sumados posteriormente nos da un resultado de 5, al cual le tenemos que sacar la raíz cuadrada correspondiente como lo marca la fórmula. El resultado de c=2.2360 redondeado, ahora el problema fue medir la unión de esos dos catetos para comprobar que realmente mediría 2.2360cm, cosa difícil de hacer.
Tomé nuevamente la regla y mi sorpresa fue extraordinaria, no solo el maestro que me dio la clase no estaba equivocado, ¡Pitágoras tenía razón¡ ¿Cómo pude atreverme a dudar de Pitágoras? Es fácil contestar esta pregunta: no hay que creer en todo lo que nos dicen hasta comprobarlo, sin embargo aquello que nos mencionan como verdad es un camino que debemos de tomar para saber ¿qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Y ¿Por qué? Sucede tal o cual cosa hasta que nuestra razón se siente satisfecha con todas las respuestas encontradas.




Pero el trabajo no termina ahí, al contrario, recién comienza. El siguiente paso es muy importante, no obligar a los demás a creer en nuestras respuestas y obligarlos a aceptarlas como verdades, porque nuestras realidades son muy distintas y muy dispersas, también corremos el riesgo de omitir nuevas y mejores ideas que nos lleven de igual manera a otros caminos.




Dicen por ahí que la verdad nos hará libres, sin embargo, la verdad no se crea de la nada, nace de la duda, creo yo entonces que la duda es la que cumple con el objetivo de hacernos libres.









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