martes, 18 de junio de 2013

Bicicleta de montaña

mejores padres, mejores hijos
Sentir la velocidad es parte de la esencia del ser humano, no importa ganar o perder, caer y levantarse, subir y bajar, percibir el contacto no solo con la naturaleza sino admirar la grandeza de nuestro mundo y al mismo tiempo la pequeñez de nuestro cuerpo y de nuestro ser, ese es el sentir cuando subo y bajo montañas con una bicicleta, tan grande o pequeña, como la sienta mi cuerpo en el momento de superar los obstáculos que la misma naturaleza interpone en mi camino, eso es vivir.
Iniciar una experiencia en bicicleta de montaña es posible solo cuando se ha experimentado un trabajo teórico previo ya que implica una serie de conocimientos desde la manera de “engrasar” las cadenas de tracción que permiten el movimiento de la bicicleta en todo momento, hasta el ajuste del asiento que se realiza de acuerdo a las características anatómicas de cada integrante del equipo, que pretende iniciar una aventura en bicicleta que se antoja será inolvidable, como lo indica la misión de nuestro grupo “Retto expediciones” en el recorrido que haremos rodeando la montaña conocida como “Malinche” en el estado de Puebla, México.
En este momento recuerdo cuando vi por primera vez una extraña bicicleta de montaña, con ruedas gruesas, más allá de las ruedas de bicicletas convencionales, era un grupo de ciclistas desconocidos pero me atrajo de tal manera el grupo organizado con ropa y accesorios poco convencionales, pero muy atractivos, sin embargo, mi curiosidad fue tan aguda que a los pocos días ya me encontraba solicitando datos de ese tipo de vehículo que sin duda estaba adquiriendo una popularidad extrema y la verdad es que no podía quedarme rezagado ante este “retto” que la vida me estaba mostrando con una sencillez asombrosa.
Hasta que logré integrarme a un grupo que disfrutaba plenamente de esta disciplina hasta entonces desconocida en mi medio, por lo que luché en el aprendizaje y tracé mi nuevo “retto” hasta que la invitación se hizo realidad y la disfruté desde la mañana que más bien parecía de noche cuando acomodamos las bicicletas en una camioneta y nos dirigimos a un pueblo del estado de Puebla conocido como “San Miguel Canoa, ubicado en la base de la montaña “la malinche” y allí descargamos las bicicletas e iniciamos nuestra gran aventura.

Ocho personas integramos el grupo que me inició en este maravilloso episodio, muchos fueron los metros y kilómetros recorridos, previamente nos repartimos alimentos, agua y refacciones suficientes inclusive si nos enfrontáramos a situaciones imponderables, la técnica de repartición tiene el objetivo de distribuir el peso de las cosas, pero lo curioso fue que la gente del lugar nos miraba como si se tratara de seres de otro planeta o algo parecido pues la vestimenta indudablemente resulta poco conocida por esos lugares, además de que existen razones puntuales en el uso de ese tipo de ropa.
Poco a poco el paisaje que la naturaleza nos fue regalando se transformaba con una hermosura fantástica y con la ayuda de un día esplendoroso y claro en una altura de 2900 metros sobre el nivel del mar aproximadamente, con una temperatura considero muy alta, quizás arriba de los 20 grados y con el esfuerzo que la bicicleta nos exigía, tal vez la temperatura se elevaba sin darnos cuenta y a determinadas distancias encontramos vigilancia gubernamental del sistema forestal que guarda las zonas protegidas, a la fecha podemos presumir que todavía contamos con áreas verdes bastante grandes haciendo el trabajo ecológico necesario.
Después de cuatro horas de travesía, justo era tomar un descanso que aprovechamos con los alimentos que la verdad, nunca antes había apreciado el sabor exacto, de manera que el descanso, aunque pequeño, nos permitió intercambiar experiencias que finalmente enriquecen lo vivido por cada uno de nosotros y que se transforman en vivencias, lo más seguro es que las transmitiremos a nuestros hijo y nietos, con la esperanza de que en su momento aprendan a disfrutar lo que la naturaleza nos regala cada día.
Continuamos el recorrido comenzando a sentir la emoción de librar arbustos y raíces de arboles que invaden el camino, lo que presenta un atractivo mayor a nuestra aventura obligándonos inclusive a un aumento en la velocidad sobre todo en los momentos que el terreno produce un descenso obligado, de tal suerte que simplemente nos obliga a poner en acción todas aquellas habilidades que en el curso teórico nos fueron mostradas, así que forzosamente esta vez hubo que poner en práctica lo aprendido.
Finalmente llegó la hora de recorrer el camino en sentido contrario hasta donde se había dejado la camioneta que nos transportaría al punto de partida de esa maravillosa mañana, esta vez pudimos apreciar el valle, el terreno se prestó estupendo por ser bajada y así el final de la aventura nos entregó una satisfacción que en verdad resulta difícil describir con palabras, pues lo valioso es la vivencia y de ello, cada uno de nosotros habrá de hacer una descripción única, puesto que cada uno de nosotros somos únicos, parece que no existe nadie que piense como yo pienso, que vea las cosas como yo las veo, dicho con un poco de filosofía, nadie describirá nunca el aroma de una rosa como yo lo puedo hacer en este momento, ese día, simplemente fue inolvidable.






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