Sentir la velocidad
es parte de la esencia del ser humano, no importa ganar o perder, caer y
levantarse, subir y bajar, percibir el contacto no solo con la naturaleza sino
admirar la grandeza de nuestro mundo y al mismo tiempo la pequeñez de nuestro
cuerpo y de nuestro ser, ese es el sentir cuando subo y bajo montañas con una
bicicleta, tan grande o pequeña, como la sienta mi cuerpo en el momento de
superar los obstáculos que la misma naturaleza interpone en mi camino, eso es
vivir.
Iniciar una
experiencia en bicicleta de montaña es posible solo cuando se ha experimentado
un trabajo teórico previo ya que implica una serie de conocimientos desde la
manera de “engrasar” las cadenas de tracción que permiten el movimiento de la
bicicleta en todo momento, hasta el ajuste del asiento que se realiza de
acuerdo a las características anatómicas de cada integrante del equipo, que
pretende iniciar una aventura en bicicleta que se antoja será inolvidable, como
lo indica la misión de nuestro grupo “Retto expediciones” en el recorrido que
haremos rodeando la montaña conocida como “Malinche” en el estado de Puebla,
México.
Hasta que logré
integrarme a un grupo que disfrutaba plenamente de esta disciplina hasta
entonces desconocida en mi medio, por lo que luché en el aprendizaje y tracé mi
nuevo “retto” hasta que la invitación se hizo realidad y la disfruté desde la
mañana que más bien parecía de noche cuando acomodamos las bicicletas en una
camioneta y nos dirigimos a un pueblo del estado de Puebla conocido como “San
Miguel Canoa, ubicado en la base de la montaña “la malinche” y allí descargamos
las bicicletas e iniciamos nuestra gran aventura.
Ocho personas integramos el grupo que me inició en este maravilloso episodio, muchos fueron los metros y kilómetros recorridos, previamente nos repartimos alimentos, agua y refacciones suficientes inclusive si nos enfrontáramos a situaciones imponderables, la técnica de repartición tiene el objetivo de distribuir el peso de las cosas, pero lo curioso fue que la gente del lugar nos miraba como si se tratara de seres de otro planeta o algo parecido pues la vestimenta indudablemente resulta poco conocida por esos lugares, además de que existen razones puntuales en el uso de ese tipo de ropa.
Poco a poco el
paisaje que la naturaleza nos fue regalando se transformaba con una hermosura
fantástica y con la ayuda de un día esplendoroso y claro en una altura de 2900
metros sobre el nivel del mar aproximadamente, con una temperatura considero
muy alta, quizás arriba de los 20 grados y con el esfuerzo que la bicicleta nos
exigía, tal vez la temperatura se elevaba sin darnos cuenta y a determinadas
distancias encontramos vigilancia gubernamental del sistema forestal que guarda
las zonas protegidas, a la fecha podemos presumir que todavía contamos con
áreas verdes bastante grandes haciendo el trabajo ecológico necesario.
Después de cuatro
horas de travesía, justo era tomar un descanso que aprovechamos con los
alimentos que la verdad, nunca antes había apreciado el sabor exacto, de manera
que el descanso, aunque pequeño, nos permitió intercambiar experiencias que
finalmente enriquecen lo vivido por cada uno de nosotros y que se transforman
en vivencias, lo más seguro es que las transmitiremos a nuestros hijo y nietos,
con la esperanza de que en su momento aprendan a disfrutar lo que la naturaleza
nos regala cada día.
Continuamos el
recorrido comenzando a sentir la emoción de librar arbustos y raíces de arboles
que invaden el camino, lo que presenta un atractivo mayor a nuestra aventura
obligándonos inclusive a un aumento en la velocidad sobre todo en los momentos
que el terreno produce un descenso obligado, de tal suerte que simplemente nos
obliga a poner en acción todas aquellas habilidades que en el curso teórico nos
fueron mostradas, así que forzosamente esta vez hubo que poner en práctica lo
aprendido.
Finalmente llegó la
hora de recorrer el camino en sentido contrario hasta donde se había dejado la
camioneta que nos transportaría al punto de partida de esa maravillosa mañana,
esta vez pudimos apreciar el valle, el terreno se prestó estupendo por ser bajada
y así el final de la aventura nos entregó una satisfacción que en verdad
resulta difícil describir con palabras, pues lo valioso es la vivencia y de
ello, cada uno de nosotros habrá de hacer una descripción única, puesto que
cada uno de nosotros somos únicos, parece que no existe nadie que piense como
yo pienso, que vea las cosas como yo las veo, dicho con un poco de filosofía,
nadie describirá nunca el aroma de una rosa como yo lo puedo hacer en este
momento, ese día, simplemente fue inolvidable.