Durante
la edad media el cargo de preboste personificaba a una dignidad en las abadías
y al mismo tiempo en el antiguo régimen francés, el preboste era un funcionario
público elegido por el rey, con la función de administrar la economía y le
confiaba además los asuntos judiciales, por lo que se le denominaba “preboste o
juez” lo cual le confería el título de maestro irlandés que por ese tiempo,
eran considerados los individuos o maestros mejor preparados.
Un
preboste salvaguardaba la soberanía, esto es, el poder de dictar leyes e
implantar prácticas efectivas, ya que no hay autoridad que pueda nacer de si
misma, la soberanía de ninguna manera puede encontrarse fuera del hombre,
porque es su derecho como facultad derivada de la naturaleza humana, es como la
verdad que no es patrimonio de unos o de otros, la soberanía es propiedad de la
asociación humana.
Ciertamente,
la soberanía es la voluntad y el derecho de una persona, así lo describen los
textos que de este tema hablan, pero se comprenderá mejor si todo lo anterior
lo aplicamos en nosotros mismos, es decir, la estructura social es similar o
modelo de nuestro cuerpo, de nuestras ideas, de nuestra inteligencia, empezamos
por entender nuestra soberanía interna o personal, mientras no pronunciamos un
sentimiento soberano, difícil va a resultar avanzar hacia la justicia, y ella
solo será efectiva en la manera como la utilicemos en nosotros mismos, de allí
que resulte muy difícil el trabajo de juzgador, pues si no aprendemos a
juzgarnos a nosotros mismos, lo más seguro es que nunca conseguiremos emitir un
juicio imparcial hacia los demás.
Se dice
que un buen juzgador es aquel que aprende a defender al débil contra el fuerte,
en aquel momento, un buen juez deberá descubrir sus debilidades en primera
instancia, paralelo al dominio de sus pasiones, con el único objetivo de
encontrar la verdad no solo a favor del inocente, sino a favor de la ley y la
justicia, es prudente decir que una ley es buena cuando se aplica así, libre de
vicios y pasiones, utilizando todas las facultades inherentes al ser humano,
aplicadas con inteligencia y rectitud, además, con el valor necesario y
suficiente en el momento de impartir justicia, manifestando la prudencia del
sabio y la filantropía razonable como si estuviera con los ojos cubiertos que
muestra la diosa justicia.
La
asociación humana, es un taller de producción establecido hacia la prosperidad
común, donde cada uno contribuye de acuerdo a sus medios, resulta sencillo
entonces aceptar que nos rigen derechos naturales, civiles y políticos,
advertimos que solo por la fuerza, nos pueden privar de los derechos naturales,
ya que los civiles dependen de las leyes buenas, malas o aplicadas con vicios,
y los derechos políticos son la facultad de elegir y ser elegido en cualquier
cargo.
Analizar
la vida y la muerte es tal vez la mejor manera de comprender o descubrir los
mecanismos que nos enseñan nuestros antepasados, que han perdurado fanatizados
de distintas formas, dentro y fuera del seno familiar y social por medio de
personajes ambiciosos que desean acaparar todo, inclusive los alimentos
fundamentales de la subsistencia humana, dramatizando los efectos de la
ignorancia en todos sentidos, con gran filantropía disfrazada de buena
voluntad.
Cada uno
de nosotros posee un ingrediente que conocemos como “conciencia” y sabemos de
alguna manera que esa conciencia pareciera ser el aparato que indica la forma
de hacer las cosas, muchas veces buenas y otras no tanto, pero al final
actuamos conforme a los dictados de esa facultad conocida como conciencia y
lamento no saber en realidad como funciona, creo además que quienes se han
encargado de ilustrarla encontraron formas múltiples de exponerla, sin embargo,
al profundizar un poco más en el estudio del ser humano, los perseverantes
encontraron un componente paralelo identificado como alma.
El
dispositivo alma, así lo definen los filósofos: Se dice que cuando una misma
cosa realizada por una persona cualquiera posee una personalidad y la misma
cosa realizada por otra persona pareciera distinta, esto es, cada persona
realiza la misma cosa con distinta personalidad, por lo tanto, me permito
agrupar a la conciencia con el alma y agrego un elemento más, conocido como
lealtad, si, lealtad a lo que pensamos, lealtad a lo que hacemos y lealtad a
nuestros semejantes.
Entonces,
conciencia, alma y lealtad, conforman una triada intangible, pero
suficientemente fuerte como cimiento de un gran edificio, a través del tiempo
se han realizado eventos de transformación importantes que hoy nos simplifican
el trabajo, la transformación de la materia y la evolución de los alimentos,
pero hay más, esta triada sirve de piedra fundamental en la aplicación de la
justicia, que desde la edad media, bajo el título de preboste, una sola persona
se encargó de impartirla, por fortuna hoy día las leyes han sido optimizadas,
sin embargo, creo que necesitamos no solo buenos prebostes sino excelentes
prebostes como grandes juzgadores, espero entonces que con los datos aportados
resulte sencillo comprender la manera de impartir la justicia efectiva a que aspira
todo ciudadano.