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sábado, 21 de septiembre de 2013

Imagina hábitos o vicios

Por: Julio Torres
Quienes fuman me van a entender, durante muchos años tuve la intención de abandonar el cigarro, pero todo resultaba imposible, aún cuando mi salud no era de lo mejor, pero algo me impulsaba a seguir dañando mi organismo.
Por aquel tiempo, cerca de los cuarenta años, me dedicaba a dar servicio a equipos médicos y mi vecino que tenía una clínica al lado de mi negocio, me pidió revisara uno de sus equipos y así comenzó todo.
Reparar el equipo de rayos X, me llevó unos quince minutos y como el doctor estaba ocupado, hubo que hacer una prueba en mi mismo, para comprobar la reparación, y decido hacer una prueba conmigo mismo.
Cuando el doctor, mi amigo, revisó el resultado de la reparación del equipo, solo me preguntó de quien era la placa revelada y desde luego que con temor admití que se trataba de mi organismo.
De inmediato me dijo: haré un trato, no me cobras la reparación y yo atiendo tu enfermedad, si fallo, te pago lo que me cobres, y si te alivio, me pagas el tratamiento, así que como fue un trato, casi un reto, acepté de buena gana.
Cuando estábamos cerrando el trato, no podía faltar el cigarro encendido entre mis dedos, y me dijo: como ya eres ni paciente, cuando entres a mi consultorio lo harás sin cigarro, fuera has lo que quieras.
Me sentí agredido, sin embargo lo resistí y como reto le entregué la cajetilla de cigarros y un encendedor muy apreciado al tiempo que declaraba: “este es mi último cigarro” a lo que me dijo: “así dicen todos los pacientes”
Experimenté  cierto enojo, pero algo  indicaba que debía aceptar,  y en ese momento movilizó a su personal, y como en una película, me trataron como a cualquier paciente y me hospitalizó.
Después de tres meses de un tratamiento preciso y contundente, una mañana me dijo, en este momento te doy de alta, ya puedes comprar en la esquina tu cajetilla de cigarros, para que sigas atentando contra tu vida.
Esa agresividad cumplía con un motivo especial que de momento no entendí, y para provocar enojo le dije: “en este momento me voy a disfrutar en una playa turística para celebrar”.
Cuando llegué al hotel de la playa, lo primero que hice, fue pedir una cerveza y una cajetilla de cigarros, y sorpresa, ni la cerveza pude beber, ni el cigarro soporté, entonces cambié de bebida y tampoco surtió efecto.
Intrigado por el fenómeno traté de probar con muchas bebidas y diferentes marcas de cigarros y el resultado fue el mismo, entonces decidí regresar con mi amigo médico que logró el milagro para cumplir con el trato.
Con toda intención me hizo esperarlo durante una hora o más hasta que se dignó recibirme, y cuando estuvimos frente a frente, solo le dije: “espero tu factura la liquidaré al momento”.
Al escucharme, solo emitió una carcajada de alegría y me dijo: “te derroté, sabía que te derrotaría y eso me tiene complacido, no me debes nada”.

El mejor consejo que puedo ofrecer es que, para asuntos de cigarro o de cualquier otro vicio, lo mejor es utilizar los servicios de especialistas, la solución a problemas de salud es real, nada es mágico, nada es casual.
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